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Lanzamiento del Consejo Patriotico Nacional,
Bogotá 21, 22 y 23 de Abril de 2012.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Reflexiones sobre el trabajo

29-10-2009


Un ejemplo de pereza y comunismo

Revista de la Casa de las Américas/Rebelión

En defensa de Cuba y en memoria de Paul Lafargue


El trabajo ocupa todo el tiempo y no queda nada de él para la República y los amigos.
Jenofonte

El 13 de agosto de 1866, Carlos Marx escribió la siguiente carta al novio de su hija Laura, un cubano llamado Paul Lafargue: Usted me permitirá hacerle las siguientes observaciones:
1º Si quiere continuar sus relaciones con mi hija tendrá que reconsiderar su modo de ‘hacer la corte’. Usted sabe que no hay compromiso definitivo, que todo es provisional; incluso si ella fuera su prometida en toda regla, no debería olvidar que se trata de un asunto de larga duración. La intimidad excesiva está, por ello, fuera de lugar, si se tiene en cuenta que los novios tendrán que habitar la misma ciudad durante un período necesariamente prolongado de rudas pruebas y de purgatorio (...). A mi juicio, el amor verdadero se manifiesta en la reserva, la modestia e incluso la timidez del amante ante su ídolo, y no en la libertad de la pasión y las manifestaciones de una familiaridad precoz. Si usted defiende su temperamento criollo, es mi deber interponer mi razón entre ese temperamento y mi hija (...).

2º Antes de establecer definitivamente sus relaciones con Laura necesito serias explicaciones sobre su posición económica.
Mi hija supone que estoy al corriente de sus asuntos. Se equivoca. No he puesto esta cuestión sobre el tapete porque, a mi juicio, la iniciativa debería haber sido de usted. Usted sabe que he sacrificado toda mi fortuna en las luchas revolucionarias. No lo siento, sin embargo. Si tuviera que recomenzar mi vida, obraría de la misma forma (...). Pero, en lo que esté en mi manos, quiero salvar a mi hija de los escollos con los que se ha encontrado su madre1.

Aparte de su “temperamento criollo”, Marx le reprochaba también a su futuro yerno una cierta tendencia a la pereza: “la observación me ha demostrado que usted no es trabajador por naturaleza, pese a su buena voluntad y sus accesos de actividad febril”.

El autor del Manifiesto comunista no podía por aquel entonces sospechar la extraordinaria relevancia que iba a tener para el destino del socialismo el asunto que acababa de mencionar: la pereza.

1. Socialismo y cultura proletaria.
Sin duda, Marx tampoco podía sospechar el naufragio antropológico y la insólita degradación moral y política que traerían en el futuro de la tradición comunista los intentos estalinistas, maoístas o coreanos de instaurar una “cultura proletaria”, un “culto al trabajo” bajo el imperativo de la industrialización a ultranza. Bien es cierto que la industrialización (concebida como un “gran salto adelante” para el que no había que reparar en costes humanos) venía exigida por la correlación de fuerzas internacional, en la que el “socialismo real” estaba obligado a competir con el capitalismo o resignarse a ser aniquilado. En esto último estaban todos de acuerdo, aunque se discutían los ritmos y los medios. En 1920, en el IX Congreso del Partido, Trotsky se mostró incluso resueltamente favorable a la militarización del trabajo y de los sindicatos:
“Hay que decir a los obreros el lugar que deben ocupar, desplazándolos y dirigiéndolos como si fuesen soldados... La obligación de trabajar alcanza su más alto grado de intensidad durante la transición del capitalismo al socialismo... Los ‘desertores’ del trabajo deberán ser incorporados a batallones disciplinarios enviados a campos de concentración” (...) “La militarización es impensable sin la militarización de los sindicatos como tales, sin el establecimiento de un régimen en el que cada trabajador se considere como un soldado del trabajo, que no puede disponer libremente de sí mismo; si recibe una orden de traslado, debe ejecutarla; si no la ejecuta será un desertor y castigado en consecuencia. ¿Y quién se cuidará de esto? El sindicato. El sindicato crea el nuevo régimen. Es la militarización de la clase obrera”.2

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