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Lanzamiento del Consejo Patriotico Nacional,
Bogotá 21, 22 y 23 de Abril de 2012.

viernes, 7 de mayo de 2010

Entre el Autoritarismo y la Democracia en Colombia - TEXTO DE ESTUDIO-


Entre el autoritarismo y la democracia en Colombia


CONTENIDO
Las formas para el control en la estructura política colombiana no son en nada nuevas, pero tampoco muy disímiles de las utilizadas en el resto de América Latina. El estado político colombiano compone estructuras institucionales durante siglo XIX, caracterizadas por la conformación de un sistema hacendatario que determina la construcción de las constituciones como evidencia y forma de dicha institucionalidad estatal[1]Así, las formas del poder político se encuentran centralizadas por la composición unimoda y personal para el ejercicio del poder, en las que el punto de partida para la construcción del Estado son las composiciones jurídicas y no las formas de asociación social.
Sin embargo, el centralismo legitimado por la composición jurídica no ha logrado eficientemente su propósito, muestra de ello es la explosión durante la mitad del siglo XX de un conflicto social entre las elites políticas y las formas de asociación campesina que enmarcan la fragua de los procesos antecedentes durante todo el siglo XIX. Baste con decir que el control político y armónico de la sociedad, esperado por el proceso de "la regeneración" fracasa, no sólo por su arquitectura jurídica, sino esencialmente por las negaciones a la diferencia en la conformación de las formas de la ciudadanía.
Así las cosas, los proyectos fallidos de nación, que durante el siglo XIX se entretejieron entre la guerra civil y la jura de una nueva carta magna, revelan aquello descrito por Marcos Kaplan como "El Leviatán Criollo". En efecto, la forma centralizada en la que los individuos se conciben como posibles enemigos y se reducen las posibilidades de asociación por temor a una revuelta, junto a las formas estratégicas de captación y eliminación; componen un relación paradójica que a largo plazo se hace insostenible: Para el cumplimiento de la ley es necesario ir más allá de ella, incluso violarla.
En este sentido, la fragilidad del estado se encuentra en su núcleo más íntimo: las formas jurídicas. El estado colombiano, al igual que muchos otros en América Latina funda su ingeniería institucional en las formas jurídicas que hacen de sus instituciones sistemas veedores para el cumplimiento de la ley, pero a su vez, la posibilidad de superación de las mismas instancias legales, permiten que la estructura del Estado se reacomode a las pretensiones dirigidas por las elites políticas en procura del mantenimiento del poder político. en últimas, este entramado jurídico político se entreteje como una maquinaria que se reforma para tratar de centralizar le poder, y de este último, las maneras, prácticas y formas específicas de sujeción y control social.
Esta monografía pretende desenmarañar un episodio de la historia política colombiana, enmarcada en lo anteriormente dicho. El estatuto de seguridad como una experiencia histórica y coyuntural, parece reciclarse hoy en las formas de la seguridad democrática y de un estatuto antiterrorista. Las condiciones, comediría Víctor Alba al hablar de la historia latinoamericana, siguen siendo las mismas, e iguales son los problemas y la naturaleza de los actores que las construyen. Entonces; ¿cuál es su diferencias?, o mejor, ¿Por qué desarrollar una empresa como esta?
Sin duda, la respuesta está enmarcada en el método histórico que sigue este trabajo y que pretende hacer una detención matizada sobre las formas y los detalles de las acciones políticas de seguridad. Así, las formas políticas recomponen las estrategias, y dicha recomposición, debe ser analizada en detalle para entender las formas y maquinarias del Estado colombiano en dicho proceso. Un análisis sesudo sobre estas variaciones otorgará las pistas necesarias para entender el reacomodamiento de la forma estado y sus funciones maquinales en crisis, como lo afirmara Víctor Manuel Moncayo: un Leviatán derrotado.
En definitiva, el presente trabajo aborda las maneras históricas, y haciendo un corte transversal a través de las prácticas políticas, arroja un breve diagnóstico de las intrínsecas relaciones entre violencia "legítima" y democracia, las cuales, fundan un sistema y modelo de prácticas políticas que hoy emergen con una mayor virulencia a propósito de un nuevo tinglado internacional que se acuña con un nuevo sujeto: El Terrorismo.

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TERRORISMO DE ESTADO EN NOMBRE DE LA PAZ

POR JAMES PETRAS

Tomado de Rebelión

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez


La primera baja del terrorismo de Estado suele ser la corrupción del lenguaje, la invención de eufemismos mediante los cuales las palabras significan lo contrario y los eslóganes encubren delitos graves: Ya no existe consenso universal para condenar los crímenes contra la humanidad. Se debe a que los asesinatos y matanzas masivas garantizan la “confianza” del inversor, pues se despoja a los indígenas de sus tierras para que se puedan explotar las minas; desaparecen los trabajadores de las empresas petrolíferas para que el petróleo corra; y la prensa económica internacional elogia el éxito del Presidente en la “pacificación del país”. 

Cuando los dirigentes de Europa y América del Norte abrazan a los narco-presidentes, queda de manifiesto que los delincuentes se han vuelto respetables y las personas respetables, delincuentes. 

Pero en otras regiones otras voces han sentado en el banquillo a criminales de guerra del pasado y el presente. En Argentina, los generales responsables de los desaparecidos pasan sus últimos años de vida entre rejas. En España, Dubai y otros lugares se han emitido órdenes de detención contra mandos del ejército israelí. En Malasia, Tony Blair, cómplice de la guerra genocida de Bush en Iraq, debe eludir ser arrestado por los crímenes de guerra cometidos. Colombia, Estados Unidos e Israel, los epicentros del terrorismo de Estado, están solos en la Asamblea General de Naciones; condenados pero, todavía, no sometidos a juicio. Sus días de impunidad se acaban. Las guerras interminables, la corrupción galopante y las estafas económicas a gran escala (la podredumbre interna) están erosionando la fachada de su poderío militar.