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lunes, 11 de enero de 2010

USME RURAL

Lagunas de Bocagrande, Un santuario de fauna y flora que está a cuatro horas de Bogotá


Ambiente lo declaró área protegida por conservar una vegetación típica de páramo, y por sus 14 lagunas espectaculares.





Primitivo Peñalosa está asombrado. Advierte que en sus 55 años de vida en la vereda Curubital -área rural de Usme, en el suroriente de Bogotá- no había padecido un sol más inclemente como el actual.

"Hace por lo menos 10 años tuvimos la última sequía, pero nunca fue tan brava como la que hoy tenemos", dice este campesino algo cabreado con el clima, porque en esa región quemó cultivos de maíz y papa y secó quebradas -como Jaulas- que surtían al acueducto de la vereda.

Sin embargo, Primitivo encuentra que, como otra cara del verano, este puso a relucir una maravilla de la naturaleza que, en la niñez -asegura-, fue el 'patio' de sus juegos: Lagunas de Bocagrande, un sitio desconocido para la mayoría de bogotanos, pero que hoy es uno de los tres santuarios de fauna y flora que tiene el Distrito y forma parte de la segunda gran reserva de agua de la ciudad, después de Chingaza.

Está ubicado a cuatro horas de Bogotá -dos de ellas por trocha-, y sus páramos (a 3.750 metros de altura) limitan con el municipio de Une.

Hace 10 años, el antiguo Departamento Administrativo de Medio Ambiente (Dama) elevó a Lagunas a la categoría de santuario y declaró sus 193,2 hectáreas como área de protección por su belleza natural y la vegetación de páramo glacial que conserva intacta: frailejoneras, pajonales y romerales centenarios.

Fue el santuario elegido para la adoración en tiempos de los muiscas. La razón que empujaba a los caciques a buscar ese paraje eran las 14 lagunas espectaculares de aguas cristalinas que hay en esos terrenos y que dieron, quizás, origen a su nombre actual, cuentan el biólogo Germán Arévalo y la ingeniera forestal Nancy Castellanos de la Secretaría Distrital de Ambiente. "Es un lugar que evidencia cortes erosiónales sobre roca y lagunas de tipo glacial. La construcción de las peñas fue probablemente producto del deshielo de la última glaciación", explica Arévalo.

La elevación de las temperaturas ha permitido que la neblina se levante y deje al desnudo las tres peñas rocosas que encajonan las 14 lagunas, los valles de romeros y de frailejones. El sol ha disminuido el agua de las lagunas y ha contribuido a que los musgos y líquenes estén quemados, amarillentos, y parezcan una 'playa'. Son áreas con suelo formado por capas de líquenes, con tres metros de profundidad y que gracias al verano se pueden andar como si se caminara sobre un colchón de espuma.

LUCEVÍN GÓMEZ E.
REDACTORA DE EL TIEMPO

tomado de eltiempo.com

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